19 de noviembre de 2009

Edición Nº 38


Serenidad y cumbia


Ha sido presentado finalmente el último libro de Federico Adriolini, la algarabía de muchos de sus compañeros de cursada se ha hecho sentir en la “Uni”, las felicitaciones no se han dejado esperar. Y bien… es el segundo libro de este muchacho estudiante de filosofía de tercer año de la Universidad Nacional del Sur, que sigue sorprendiendo a propios y ajenos, a entendidos y a desentendidos.

Bajo el título: “Serenidad y cumbia. Una mirada argentina sobre el Ser en nuestro tiempo” los ejemplares ya pueden ser adquiridos en todas las librerías del país.

Un verdadero hito había sido haber escrito y publicado un primer libro, ya un segundo y tan pronto, solo nos puede hablar de que estamos ante una promesa con un presente incomparable.

El Heraldo estuvo en Bahía Blanca y entrevistó al joven estudiante de tan solo 23 años que ya está dejando pálido a más de uno con su extraña e iconoclasta forma de entender las cosas.

Transcribimos a continuación la entrevista:



El Heraldo: ¿Qué tal Fede? ¿Supongo que contento por el nuevo logro, no?


Federico Adriolini: Y por El Ogro… bueno… bien, ¿no? supongo muchas cosas yo también… en fin… bien, contento.


E.H: Se está hablando mucho de vos y de tu libro, y no solo en tu ciudad, sino también en el país todo… contanos de que trata?


F.A: Mirá… Serenidad y cumbia es un poco… un estado de ánimo, una especie de implosión que surge de no se donde, como cuando uno se termina un fondo de birra, o de vino… Serenidad es eso… implosión supongo.


E.H: ¿Podrías ser un poco más específico?


F.A: Sí… o sea… cuando pasas del hastío a mirar, o casi a espiar algo de lo que Heidegger dice del habitar poético te sentís medio raro, primero el éxtasis como de comerte el perfume de las flores o de querer volar en bicicleta mientras todo sigue tan real como siempre, ¿no?. O sea… es como un flash del que sos plenamente consciente y lo sobrenatural no te importa, porque pasa a ser algo real, o cotidiano, como un perro o un televisor para mucha gente.


E.H: Supongo que eso tiene que ver con la serenidad, pero… ¿qué tiene que ver la cumbia en esto?


F.A: La cumbia es una de las formas en que se da la fiesta, y la Argentina es la resaca de la noche anterior esperando volver a salir el fin de semana que viene y no dejar de repetir un ciclo eterno; tarde o temprano vuelve a llover y nos mojamos con el agua que cada vez es más valiosa, pero la gente no quiere ver que tomamos esa misma agua de lluvia. La cumbia es un cacho grande del ser nacional, todo argentino tiene un poco esa cosa de la birra, las minitas, el fulbo y los fierros, pero después parece que la realidad y la historia se tienen que escribir en otra hoja nueva, una que esté limpia de todo eso, y ahí es donde me parece que la pifiamos, ahí aparece la argentina careta. Es como… pizza con champagne, todos somos menemistas inconscientemente, desdeñamos esa convinación a la luz del día, y muchos quieren ser El Che y tener un stereo con Mp3 o los lujos de Susana Giménez, pero nadie te dice: soy lo que soy. En ese punto el descaro de los 90 fue mucho más honesto que la grasada careta de los que vinieron después.


E.H: ¿Y cual sería la conclusión a la que llegas en tu libro, o lo que habría que hacer con esto que contas?


F.A: Cortar con la gilada, cortar con la “pavada celestial en avalancha” aceptar lo que hay, sin bajar los brazos, ni tampoco instalándose en la queja tanguera de lo que pudo haber sido y el que desgraciado soy… no tuve oportunidad.

El país se va a la mierda… quizá tocando el fondo nos demos cuenta, pero es una cuestión de consciencias individuales que se sintonizan, hay que romper con los clichés, pero sin hacer fuerza.


E.H: ¿Pero no te parece una apología al menemismo lo que estás diciendo?


F.A: No sé… yo no soy menemista ni antimenemista , lo importante es que no es importante si es o no apología, y ver que algo no es importante hace que nos podamos desalejar de lo que es más importante, si es que lo hay. ¿Qué es lo que debería importarnos?


E.H: ¿Qué es?


F.A: Te lo tendría que decir poéticamente pero no estoy inspirado… en palabras crudas sería: no mentirnos, no boquear, no vendernos humo, no vendernos a nosotros mismos. Que-la-chupen, ¿no? Como dijo El Diego, El Diego no fue entendido por el 90% de los argentinos, ¿y después hablan de los 90? A mí los que me ponen la piel de gallina son los 90 de cada 100 que no entendieron, se les retrajo El Diego, y eso en un país como el nuestro es una catástrofe.


E.H: En el inicio del segundo capítulo pones una frase de Heidegger que dice: “Muy pronto la televisión, para ejercer su influencia soberana, recorrerá en todos los sentidos toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas”. Supongo que tiene algo que ver con lo que decís sobre Diego en ese capítulo.


F.A: Que es más o menos lo que te estoy diciendo, el bullicio de la gilada que boquea porque se compró a Cuba y no saben que el que mandó a matar al Che fue Fidel mismo. En ese punto no voy a coincidir con el 10, pero El Diego no está para coincidir o no coincidir, quedarse en eso es muy pobre, El Diego está para sentir la camiseta, es lo que fue el Pop Art con su ironía salvaje. El Diego es nuestro Diego, como Andy Warhol fue el símbolo de lo estadounidense, el colmo de lo estadounidense, y nos tenemos que hacer cargo de lo que nos toca, pero para eso primero hay que sentirlo, El Diego es, El Diego se lleva acá papá! en el corazón!

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