11 de diciembre de 2010

Edición N°50

Recordando a Jorge Melinski

Jorge Melinski fue un psicoanalista bahiense, introdujo la enseñanza de Lacan en Bahía Blanca, un tipo sabio Jorge, un loco afectuoso y genial de esos que aparecen muy de vez en cuando.
Fue una persona que conoció la cima de todo y vivió mil cosas, pero también conoció el fondo, el suelo y el subsuelo de la enfermedad, más precisamente de la locura. Esto hizo que viviera sus últimos años en un asilo, lejos de los brillos, los viajes, los galardones, y de las miradas que alguna vez se dirigieron a su persona.

Así y todo a él le quedó algo que nadie pudo sacarle, y es su afecto y su conocimiento. Solía hacer bandas de Moebius con servilletas de papel, en cualquier café donde estuviera, le gustaba mucho el café, también los cigarrilos y las conversaciones interesantes. “Una conversación que se prolonga en el tiempo termina en la estupidez” decía. Y cuando señalaba el agujero de una banda de Moebius sabía decir que ahí estaba el deseo, que es falta por definición, “La falta moviliza al deseo” agregaba.

Se lo podía ver en la Librería del Ángel, charlando con su dueño Néstor, también en el café del ACA, en las mesas de afuera preferentemente, andaba por El Boston, por el de Chiclana y O´Higgins también; ahí ya se conocía a todas las meseras, quienes lo trataban como a una especie de mito viviente, y hacían bien, por que lo era. Por muchos lados anduvo… En Caracas lo vio a Lacan en persona, aunque no habló con el por que habían montones de gentes adelante. Sí lo conocía, y bastante, a Moustapha Safouan, de quien tuve el gusto de leer un par de libros, un psicoanalista egipcio y discípulo de Lacan, toda una rareza a simple vista.

Contaba una anécdota donde explicaba Jorge en una ponencia, que los psicóticos podrían ser mejor atendidos en un café que en un encuadre convencional, dicho esto, Safouan le dijo que eso alguna vez lo había dicho Lacan; Jorge no sabía dónde meterse comentó… él no tenía idea que esto ya había sido dicho… en fin… nada menos que por Lacan.

Hasta donde sé estuvo escribiendo una autobiografía, cuando aparecía su hijo él le dictaba, sino no se creaba el texto, nunca supe mucho más sobre ese punto.

Éramos amigos con Jorge, llamaba mucho a casa y eso a mí a veces me molestaba un poco porque era muy demandante, pero muchas veces yo accedía a ir a tomar un café con él y charlar de la vida y del psicoanálisis.
Los 28 de Noviembre tenía la costumbre de cumplir años, yo lo saludaba y algo le regalaba, aunque no fuera algo demasiado costoso. El me regaló muchas veces tantos elogios que era incomprensible no intentar devolver algo a cambio, aunque también debo decir que el café por lo general lo pagaba yo, pero lo hacía con gusto por que Jorge era un tipo muy agradecido, y además no tenía un mango partido al medio.

Por la calle muchísima gente lo conocía y lo saludaba, sin embargo hay algo ciertamente anónimo en esta gente, creo que estaban ante algo muy difícil de comprender al ver a Jorge, y eso les inspiraba un cierto temor que se les escapaba por los poros, al menos esa fue siempre mi impresión… hay que tener en cuenta también que estamos hablando de Bahía Blanca, no de Brasil… el estado de ánimo suele ser diferente, para bien y para mal supongo… no sé… Pero que es una gran ciudad no tengo dudas.
Quizá en esta gente que lo saludaba aparecía algo del miedo a la locura, lugar común de los miedos, no por eso debemos culparlos.

Yo lo conocí en la Librería del Ángel, ahí donde la mayoría de los libros hablan de psicoanálisis y de filosofía, “¿qué buscas?” – me preguntó-. Le dije que estaba buscando algo sobre Hegel, charlando me contó quien era y que había leído a Hegel en alemán con un profesor de filosofía de la Universidad del Sur, línea por línea lo traducían. También me comentó cosas sobre Pichón Riviere, en fin… miles de anécdotas que no podía creer y muchas cosas más que después siempre corroboré eran ciertas. Un día le llevé uno de mis textos y le gustó, me dijo que le recordaba a Heidegger, no sabía que decirle.

En fin… era una persona muy afectuosa y de una formación extraordinaria, no tenía miedos, o debían ser muy pocos estos, no lo sé… su espontaneidad era total y su corazón desbordaba el perímetro de la ciudad.
En sus últimos meses de vida había dejado de fumar, había tenido una internación de la que se recuperó bien y se lo veía mucho más joven. Finalmente sobre el final de diciembre de 2008 fallece, una gran lástima pero así fue. Hoy queda recordarlo, en cualquier punto de la banda de Moebius por donde caminemos, tal vez el esté en el centro… ahí donde la falta, pero también donde el deseo, el mismo que me llevo a escribir estas líneas en sincero y afectuoso homenaje para un amigo que partió.

Gracias por todo Jorge!

Martín

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